Sep 20, 2017 | 0 Comentarios

Luchan rescatistas contra el tiempo

 

REFORMA

Guadalupe Irízar
Cd. de México. Luchan contra el tiempo. Contra el reloj. Los voluntarios que se integran en brigadas rescatistas, removedoras de escombros, saben que de los minutos y horas que pasen pueden depender varias vidas humanas.

Se organizan por turnos, o mejor dicho, los organizan por turnos, por grupos de 10, 15 personas o más.

Llegaron por voluntad propia y no reciben mas que la gratificación que les da el haber ayudado a aliviar una parte del dolor de esta ciudad, de muchas familias.

Muchos de ellos hacen largas filas varias horas frente a algunos de los edificios colapsados; llevan un casco, una cubeta, una pala o un pico.

Algunos se conocen; otros se encuentran ahí, en la fila, por primera vez, o en alguna esquina.

Los rescatistas son una de las caras visibles de la sociedad civil que se ha volcado en ayudar a los damnificados del sismo de 7.1 del 19 de septiembre. Del «otro» 19 de septiembre, 32 años después de la primera tragedia citadina.

Pero cada uno con su historia.

Hay también voluntarios que recorren calles caminando, en bicicletas, en vehículos particulares, en metro; que hacen despensas, reparten agua, comida, sandwiches, tortas, jugos, tapabocas, palas, cascos; que ofrecen lo que tienen, lo que consiguieron, lo que pueden.

Como el caso de Laura Badillo, en la Colonia del Valle, que frente a su casa, en la ventana, colocó algunas extensiones de luz y dos carteles escritos a mano con los mensajes: «Si necesitas pasar al baño, tócanos! Mexicounido»; «Si necesitas energía conéctate aquí».

«Pues la realidad es que no tengo otra forma de ayudar. Tengo un niño chiquito y no tengo que ofrecer más ayuda que poner un poco de luz, de electricidad, de papel de baño; abrir el baño de la casa para que puedan entrar», explica en la puerta de su casa.

La madre de familia siente un ambiente hostil, gris.

«Esta gris, está feo, en cuanto a la tensión que se siente, pero la solidaridad del pueblo está a todo lo que da y eso es lo rico de esto», señala.

En ese gusto por ayudar, por poner su granito de arena en una situación nacional difícil, y medio caótica en ocasiones, es lo que piensan, a su manera, Paola, Paulina y Renata de 15, 17 y 16 años, estudiantes de preparatoria de una escuela privada, y los integrantes de una brigada médica del IPN, entre ellos Sergio Espinoza, de 28 años.

Reparten dulces unos, organizan rescates y reparto de medicamentos, otros. Cada uno con lo suyo, con lo que puede dar.

El caso de Bernardo García, de 29 años, es un poco diferente.

Está frente a uno de los edificios colapsados observando cómo una grúa remueve escombros, cómo trabajan brigadistas de manera delicada, pidiendo silencio de tanto en tanto, para poder escuchar, o intentar escuchar, cualquier leve ruido, sonido, que surja de los escombros.

«Mi familiar está allá adentro. Estoy aquí todo el tiempo. Yo vivo en otra ciudad. Es mi tía, hermana de mi mamá. He estado ayudando un poco y esperando más que nada noticias», dice Bernardo.

«Es información clasificada hasta que la digan a los medios. No ha sido del todo verdad lo que han dicho», comenta un poco consternado mientras ve cómo avanzan las maniobras de las excavadoras.

Y es que para él, para todos, el tiempo sigue siendo posibilidad de vida y de muerte.

Y el rescate se sigue viviendo como si fuera una cuenta regresiva.

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