Reuters
Oaxaca. Mientras millones de mexicanos se dirigían a las urnas el domingo en la elección más grande en la historia del país, decenas de ciudadanos esperaban cruzar a Estados Unidos, huyendo de la violencia y sin esperanzas de que un nuevo gobierno pueda detenerla.
En las últimas semanas, familias que escapan de la extorsión, secuestro y homicidios, muchos provenientes de estados marcados por la criminalidad vinculada a cárteles de drogas, como Michoacán y Guerrero, se apiñaron en albergues en la ciudad fronteriza de Tijuana a la espera de cruzar a San Diego para pedir asilo.
“Estamos rebasados por la violencia y la prueba son todas estas personas que llegan a diario, incluso con sus hijos, a pedir asilo”, dijo José María García, director del albergue Juventud 2000 en Tijuana. “No quieren saber nada de México, mucho menos confían en que quien gane va a hacer algo por ellos”, agregó.
Durante la madrugada del domingo, mientras acampaba en la plaza contigua a la entrada del Puerto de Entrada de San Ysidro en Tijuana, Carmen Medina, una viuda de 26 años del estado de Zacatecas, en el centro de México, dijo que no tenía ningún interés en las elecciones del domingo.
“Apenas me salí con lo que traía puesto”, dijo Medina, con el rostro exhausto y su hija de tres años sentada a su lado en la acera. “Mi cabeza está con llegar allá”, dijo Medina, mirando hacia la frontera a unos cientos de metros de distancia. Una bandera de Estados unidos ondeaba un poco más lejos.
Medina relató que su esposo fue asesinado el año pasado en represalia por no pagar dinero de extorsión en su pequeña tienda de comestibles a criminales locales. La mujer dijo que un hombre apareció hace poco en su casa para pedir más.
También señaló que había escuchado que las autoridades de Estados Unidos estaban encarcelando a los solicitantes de asilo e, incluso, había separado a los padres de los niños, pero ella dijo que tenía que correr el riesgo.
Los votantes decidirán más de 3,000 cargos de elección popular, incluyendo al nuevo presidente de México, que asumirá su cargo en diciembre para gobernar los próximos seis años.
El desencanto generalizado con el gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) debido a la creciente violencia, la corrupción incrustada y una magra expansión de la economía ha ayudado al izquierdista Andrés Manuel López Obrador a mantener su liderazgo, con promesas como reducir la corrupción y adoptar un enfoque diferente contra los cárteles de la droga.
Pero García, el director del albergue en la ciudad, dijo que si la actividad de este refugio sirve de referencia, el fenómeno de desplazamiento interno de mexicanos por violencia ha ido en aumento en semanas recientes, e incluso podría haber superado en número a la tradicional llegada de centroamericanos que buscan cruzar a Estados Unidos a través de Tijuana.
El año pasado fue reconocido como el más violento desde que se tenga registro, con casi 30,000 asesinatos, lo cual también ha salpicado el proceso electoral con 145 homicidios de políticos, muchos de ellos candidatos a un cargo de elección popular, de acuerdo con datos de la consultora Etellekt.
Los ataques a los políticos se intensificaron en las últimas dos semanas de campaña, con siete candidatos asesinados en los estados de Michoacán, Guerrero, Quintana Roo, Guanajuato y Oaxaca, según el mismo estudio.
“El reto de quien llegue a gobernar es mayúsculo (…) De los gobiernos que han venido en los últimos años no hemos visto un cambio sustancial”, dijo Rodolfo Olimpo, presidente del Consejo Estatal de Migración en Baja California. “La gente simplemente quiere salir corriendo”, añadió.
Una de estas personas es José, de 37 años, que el viernes esperaba sentado sobre una banqueta de cemento frente al Puerto de entrada de San Ysidro, que conecta Tijuana con San Diego, una oportunidad para pedir asilo para él y su familia.
José declinó dar su apellido por temores de que él o sus familiares pudieran ser perseguidos. Dijo que huyó de Chilapa, Guerrero, con su esposa y tres hijos, después de que fue amenazado de muerte cuando su pequeño de 11 años fue testigo de un homicidio hace un mes.
“Nosotros ya no tenemos esperanzas de que esto vaya a cambiar”, dijo José llorando. “No tenemos alternativa más que irnos porque esa gente tiene ojos en todos lados, incluso aquí no nos sentimos seguros”.
A finales de 2006, el ex presidente Felipe Calderón tomó la decisión de sacar a decenas de miles de militares a las calles para combatir los cárteles de la droga, una estrategia que lejos de contener a estos grupos los fragmentó, generando que incursionaran en nuevos delitos y llegaran a más zonas del país.
“Ya no podemos vivir aquí”, dijo Patricia Reyes, una campesina que huyó a Tijuana para buscar asilo en Estados Unidos con sus dos hijos.
Reyes abandonó el municipio de Ocampo, Michoacán, poco después de que Fernando Ángeles Juárez, un candidato a la alcaldía, fuera asesinado a tiros. Los medios locales informaron que tres sospechosos habían sido detenidos por este delito.
“Uno piensa: si a ellos los matan qué puede pasar con nosotros”, dijo Reyes. “Esto te quita toda la esperanza de que con un nuevo Gobierno, el que sea, las cosas van a cambiar”, dijo la mujer quien ha enfrentado muerte y desaparición de familiares en esa región.
Óscar Misael Hernández, investigador del Colegio de La Frontera Norte (Colef), dijo que muchos mexicanos han pedido la esperanza de que sus gobiernos puedan garantizarles la seguridad, y esta es la razón por la cual algunos están dispuestos a arriesgarlo todo por poder pedir un asilo de larga duración en Estados Unidos.
Esa violencia, dijo, “está impactando a las familias sin importar clase social, género o credos”. (Reporte de Lizbeth Díaz, escrito por Delphine Schrank y traducido al español por Sharay Angulo.)