Los mexicanos estamos agradecidos con los Topos. Los vemos como un asomo de esperanza. Son esa parte de nosotros que no nos hemos atrevido a explorar. Representan la fe, la valentía, la admiración, el desprendimiento de lo material. Si viviéramos en un mundo paralelo y buscáramos en el diccionario la palabra humanidad, seguro encontraríamos su fotografía.
No exageramos. Desde 1985 se han dedicado a salvar vidas. Es gracias a ellos que una madre, un padre, una hija o un hijo pueden ser abrazados. Y también es gracias a ellos que las familias lograron sentirse en paz al recuperar el cuerpo de su ser querido.
No nos importa si son naranjas, rojos, amarillos o azules. Nosotros no conocemos las razones de sus divisiones, lo único que sabemos es que comparten el mismo objetivo y la misma alegría: salvar vidas.
Actualmente existen varios grupos de brigadas de rescate que llevan el nombre de Topos. El grupo Rescate Internacional Topos ha identificado siete (incluidos ellos), entre los que están: Rescate Topos Tlatelolco, Topos BREC, Brigada Internacional de Rescate Topos Tlatelolco Azteca, Adrenalina Estrella, Brigada 19 de septiembre y Topos México.
Los Topos Azteca y Los Topos Tlatelolco, sin embargo, son los más populares.
Todos los Topos nacieron en septiembre de 1985. Ninguno imaginaba que ese jueves por la mañana cambiaría de esa manera el destino de sus vidas.
»El drama más doloroso que ha sufrido la Ciudad de México en gran parte de su historia», decía por la radio Jacobo Zabludovsky. Lo fue. Aunque no existe un número preciso de muertos (el Registro Civil de Ciudad de México contabilizó tres mil 692, El Universal dijo que 10 mil, la Cruz Roja Mexicana que 15 mil y el Servicio Sismológico Nacional reportó 40 mil), la destrucción alcanzó dimensiones exorbitantes.
Y los Topos estuvieron ahí para ayudar a los sobrevivientes. Y para volverse el símbolo que son hoy.
Héctor «El Chino» Méndez, líder de los Topos Azteca, recuerda que se volvió «topo» por buscar a su hermano; después continuó la búsqueda de una señora y su hija en el edificio Nuevo León de Tlatelolco.
Ahí permaneció más de 15 días entre los escombros. Los Topos lograron rescatar a 75 sobrevivientes y recuperaron 470 cuerpos. Después se trasladaron al edificio de las costureras en San Antonio Abad, de ahí extrajeron 100 cuerpos.
Rafael López López, comandante de la brigada Topos Tlatelolco, recuerda que —obviamente— en ese momento nadie estaba preocupado por un nombre ni porque el proyecto tomara la forma que tomó. «Fue la prensa, los medios de comunicación, los que empezaron a hacer reportajes sobre los rescates. Nos llamaron hombres topo por la similitud con el animalito que escarba y se mete en el hoyo», explicó.
El único interés que tenían era ayudar a las personas atrapadas en los escombros.
Para «El Chino» Méndez, los rescatistas son seres humanos que se han dado cuenta de que salvar vidas está dentro de su sangre, es algo «que traemos guardadito». Asegura que una vez que se han dado cuenta de que pueden ser así de útiles, «ese mecanismo queda abierto para siempre. En donde sea y cuando sea vas en atención de quien lo requiere».
¿Por qué ser Topos? Porque con su labor, dice un integrante de Topos Tlatelolco, le demuestran a sus semejantes y a sus descendientes «que la cuestión material no es lo importante, lo importante es dejar huella en esta vida».
Dar es mágico. La destrucción y la muerte despertaron en mi la fuerza espiritual de ayudar a los demás.
Carlos Méndez, Topos Azteca.
Los Topos realizan trabajo voluntario, no tienen un horario, no hay remuneración, ni pago. Tampoco esperan que nadie les de las gracias. No hay domingo, ni hora de ir a dormir.
Tanto los Topos Azteca como los Topos Tlatelolco han viajado a un sinnúmero de lugares a trabajar en zonas de desastre. Los primeros han estado en El Salvador, Oaxaca, Chiapas, Texas y Florida, más recientemente; los segundos también en El Salvador, Venezuela, Colombia, Haití, Indonesia y Japón.
A «El Chino» Méndez no le parece que los grupos reciban donativos. Incluso él ha señalado que «el uniforme naranja significa la muerte del ego, el servicio a los demás y el rechazo de todo lo material, que es lo que te lleva al desarrollo espiritual».
Con su esfuerzo y su sudor, los Topos honran a todos los que murieron.
Héctor «El Chino» Méndez.
Ser Topo no es fácil. Deben enfrentarse a muchas cosas: a alejarse de la familia, a llegar a un lugar totalmente devastado, a estar expuestos a una situación de riesgo, al agotamiento, a las inclemencias del tiempo y a la falta de alimento. También a la tristeza de no encontrar personas con vida.
Los rescatistas de Tlatelolco reciben un curso para recuperarse de estos elementos psicológicos nocivos. Sus mecanismos terapéuticos van desde pláticas en las que comentan sus experiencias hasta momentos que les permiten el desahogo emocional.
No encontrar personas con vida, los llena de congoja. «Sientes un nudo en la garganta, sientes una opresión en el pecho. Y sabes que no te puedes ir. Y si te abrazan, también sienten esas ganas de llorar. Esa opresión se transmite. Te quedas en el sentimiento y lo vives. Estar recreando el dolor es bien importante porque así lo vas sacando, y permites que la gente se cure, y te vas haciendo más fuerte», explica «El Chino».
La parte opuesta es la gran satisfacción que sienten cuando logran sacar de los escombros a una persona con vida. Es ese único momento el que los mantiene en pie de lucha.
Huffingtonpost