«El principito» de Antoine de Saint-Exupéry observa el mundo con los ojos de un niño y habla con la experiencia de un sabio: «Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos» o «Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella».
«El principito» se publicó hace exactamente 75 años en 1943 en Nueva York solo en inglés y francés. Antoine de Saint-Exupéry analizó entonces temas existenciales que ahora siguen siendo actuales: la pérdida de valores de la sociedad moderna, el progreso tecnológico, el consumo y las posesiones, pero también el amor y la amistad.
Joseph Hanimann, biógrafo de Antoine Saint-Exupéry, habla con DW sobre el secreto del éxito mundial de esta obra.
Señor Hanimann, hace exactamente 75 años se publicó «El principito». ¿Se acuerda aún de cuándo lo leyó por primera vez?
Lo leí por primera vez cuando era niño, entonces no lo entendí bien. Me pareció un tanto enigmático. Y sigue siendo así, enigmático y probablemente por eso tenga tanto éxito.
«El principito» es un libro infantil, pero el sentido no es fácil de captar. ¿Escribió en realidad Antoine de Saint-Exupéry un libro para adultos?
Es lo que se suele decir: un libro infantil para gente desde 7 hasta 77, en la actualidad podríamos añadir 20 años más. Es un libro para el niño que ha sobrevivido en nuestro interior.
Es uno de los libros más leídos de todos los tiempos. Se ha traducido en cientos de idiomas y dialectos. ¿Cuál es la fórmula secreta del éxito de esta obra?
Todo el personaje del pequeño príncipe y la parte con el zorro y la serpiente, todo esto es misterioso. Es algo que encaja en todos los contextos y épocas. Se puede interpretar de diversas maneras: el principito como un cuento ecológico, de ciencia ficción o una obra optimista o pesimista. Este libro es tan especial, porque es el primer cuento futurista interplanetario que existe.
Antoine de Saint-Exupéry fue escritor y piloto, dos profesiones que a primera vista no tienen mucho en común. En su biografía, usted dice que él fue autor por ser aviador y viceversa.
Saint-Exupéry tenía una fantasía desbordante. En su vida reinaba un caos enorme, fascinante y muy simpático. Al mismo tiempo, le encantaba la tecnología. Si solo se hubiera dedicado a escribir, hubiese sido demasiado abstracto, tenía que sentir los mandos de una avioneta entre sus manos.
¿Se puede decir de forma concreta cuánto hay de aviador, de autobiográfico en esta obra?
El tuvo el famoso accidente aéreo entre Libia y Egipto en los años 30. Sobrevivió con su mecánico varios días en el desierto, pero por poco.
La aparición del pequeño príncipe de repente en el desierto tiene relación con el accidente. Uno se puede imaginar las alucinaciones que experimentaron por la sed. Y de esa experiencia se alimentó la escenografía de su obra, el marco de toda la historia.
Cuando se publicó «El principito» por primera vez en Nueva York en 1943, todavía palpitaba la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo se leyó y se interpretó el cuento en aquella época?
Saint-Exupéry sufrió mucho durante sus dos años de estancia en Francia. Primero, porque tenía remordimiento de conciencia por los que se quedaron en Francia, como su madre. Por otro lado, porque se negó a criticar públicamente a la Francia que colaboró con los nazis, lo que le reprocharon muchos franceses exiliados.
«El principito» fue un mundo fantasioso que le permitió escaparse de la realidad. Yo diría que esta obra fue el intento de rebasar una dimensión política banal que siempre le aburrió y con la que él no se sentía a gusto y, por otro lado, poder decir que hay cosas más importantes, como la humanidad.
Joseph Hanimann, nació en 1952 en Chur (Suiza), vive y trabaja de corresponsal cultural, escritor y ensayista. En 2013 se publicó su biografía «Antoine de Saint-Exupéry – El melancólico trotamundos» en la editorial Orel Füssli.