El País.
Oaxaca. “¿Qué hacemos con lo que queda del partido?”, se pregunta Manuel González, delegado del PRI en el municipio de Atlacomulco. Esta ciudad de casi 80.000 habitantes en el Estado de México era hasta el domingo el bastión del priismo mexicano por definición: cuna de cinco exgobernadores —uno de ellos el presidente Enrique Peña Nieto— y con funcionarios públicos del PRI en todos los niveles del Gobierno desde 1929. Pero el 1 de julio de 2018 todo cambió súbitamente. Sus habitantes decidieron dar un giro de 180 grados y votaron en cascada por los candidatos de Morena. Esta es la herida más profunda del PRI. Además de perder la presidencia y una importante influencia en el Congreso, el partido más antiguo de México no pudo conservar ni el liderazgo en sus raíces.
La sede municipal del PRI en Atlacomulco está casi desierta. La derrota fue rampante e inesperada. Ninguno de los candidatos a algún cargo público —diputados, senadores, presidente municipal— ganó en los comicios. El PRI obtuvo 14.200 votos para el Ayuntamiento pero Morena, en coalición con el PT y el PES, le ha superado con 23.500 sufragios. Si acaso el partido conseguirá que dos de sus representantes se cuelen como concejales en el nuevo cabildo municipal. “Me siento enojada, frustrada y triste”, comenta una trabajadora del partido a sus compañeras. En el edificio de dos plantas solo se escuchan los ecos de los empleados. “Es un resultado para nosotros doloroso, inesperado y que nos obliga a encontrar las razones a las que hemos llegado a un estado en el que ya no somos depositarios del voto de la gente”, reflexiona González.
Apenas hace un año Atlacomulco votaba sin titubeos por el PRI y sus habitantes respaldaron a Alfredo del Mazo en su carrera a la gubernatura. ¿Qué pasó en los últimos 12 meses para que la mayoría se volviera en contra del partido? “Hemos dejado de abanderar muchas causas sociales y populares, nos volvimos un partido corporativo. No hemos podido cumplir a cabalidad los grandes reclamos del pueblo mexicano”, reconoce el delegado González. Los servicios locales administrados por el Ayuntamiento comenzaron a fallar y la presencia de Morena se hizo más intensa en la periferia de la ciudad, donde históricamente el PRI había tenido un respaldo incondicional.
En el centro de Atlacomulco se instaló el domingo una casilla y quedaron durante varios días las hojas con el recuento de los votos. Un grupo de mujeres analizan los datos mientras hacen la fila para entrar al banco. La información es contundente: Morena y su coalición obtuvieron casi el doble de votos que el PRI. “Aquí todos éramos priistas y no le hacíamos caso a nadie más, pero empezamos a ver que ya no nos escuchaban, además a la gente ya no le alcanza el dinero y nadie les ayuda”, apunta Odilón de Jesús, habitante del municipio. La casilla del centro de Atlacomulco es una radiografía de lo que pasó: Morena ganó en todas las categorías y con un resultado en cadena, es decir, que el mismo número de votos ganados para Andrés Manuel López Obrador son los que también obtuvieron los aspirantes de Morena a otros cargos públicos, el llamado efecto AMLO. En el Estado de México, el PRI solo pudo conservar 23 de 125 Ayuntamientos, mientras que Morena aterrizó en 48 municipios.
En las calles donde el presidente Peña Nieto creció han cambiado de opinión. “Había mucho condicionamiento del voto y la gente ya quería un cambio. Yo creo que está bien que el gobierno se lo vayan alternando de un partido a otro”, explica Ana María Mejía, una obrera de 31 años. El peso de la figura presidencial dejó de inclinar la balanza en favor del PRI. La fama del grupo Atlacomulco —un selecto sector en el Estado de México que impulsaba las carreras políticas de sus allegados— tampoco significó algo en las urnas. Atrás han quedado el recuerdo de los exgobernadores Isidro Fabela, Carlos Hank González, Alfredo del Mazo Vélez, Arturo Montiel y del mismo Peña Nieto. Los habitantes de Atlacomulco tampoco pudieron ser omisos con la ola de corrupción que rodeó su administración y una decena de gobernadores del PRI que saquearon los fondos públicos.
La sede de Morena en Atlacomulco está vacía. Ni siquiera ellos contaban con el arrasador triunfo de su formación política y han dejado su sede tan pronto como el calendario marcó el fin del proceso electoral. Esperando afuera está José González, comerciante y campesino de la comunidad de San Antonio (en la periferia de Atlacomulco). González estuvo la noche del 1 de julio resguardando la casilla instalada en su comunidad y acompañó a los funcionarios electorales hasta la medianoche para proteger las urnas, tal como pidió López Obrador a sus simpatizantes. Para él está claro que un relevo político era necesario incluso en el rincón más priista del país. “Veíamos a los del PRI muy duros y muy prepotentes. Los regidores de tener una vida normal pasaban a construirse grandes casas y eso le molestó mucho a la gente”, dice.
La debacle del PRI ha llegado a las páginas de los diarios mexicanos. El caricaturista Juan Alarcón, en el diario El Heraldo, publicó una viñeta en la que un PRI caracterizado como dinosaurio y con el característico copete del presidente Peña Nieto vuelve agotado a casa. Llega a Atlacomulco. Al entrar a su hogar, el dinosaurio se encuentra que su cama está ocupada por López Obrador y el letrero del PRI ha sido reemplazado por el de Morena. En el mismo dibujo el líder de Morena sonríe y saluda al dinosaurio sorprendido. Para el PRI no habrá descanso.