REFORMA
Ernesto Núñez
Cd. de México. Al amanecer de este miércoles, cientos de brigadistas mantenían la búsqueda de sobrevivientes en los escombros del Colegio Enrique Rébsamen, al sur de la Ciudad.
Fue una larga noche en los alrededores del Colegio, en el que, 15 horas después del sismo que lo derrumbó, aún se mantenía la esperanza de hallar algunos menores con vida.
Un edificio de cuatro niveles, donde había estacionamiento, oficinas, un salón de usos múltiples, un departamento de los propietarios del Colegio y él área destinada al kínder, acaparaba la atención de brigadistas, topos, médicos y militares.
Los pisos colapsaron uno sobre otro y, según maestras que lograron salir ilesas del derrumbe, podría haber al menos una docena de personas, entre alumnos y personal de limpieza, atrapados entre los escombros.
Durante las más de 17 horas transcurridas entre el sismo y el amanecer, no hubo un solo minuto en el que se detuviera la búsqueda.
Hasta las 23:00 horas, cifras no oficiales indicaban que se habían trasladado a 29 personas a hospitales de la zona, se habían rescatado tres decenas de cuerpos sin vida y 22 personas permanecían desaparecidas.
Pero, en la madrugada, algunos familiares de los supuestos heridos trasladados regresaron al lugar después de visitar tres hospitales (y el Servicio Médico Forense), sin hallar a sus familiares, fueran niños o adultos.
De cuando en cuando, los rescatistas levantaban el puño pidiendo silencio, para alcanzar a escuchar un grito de auxilio, un movimiento que permitiera advertir que alguien seguía vivo debajo de las losas de cemento, varillas retorcidas, vidrios y pedazos de madera.
Entonces entraban los perros, se pedían sierras para cortar metal, esmeriles útiles para perforar bloques de cemento, polines para apuntalar los túneles por los que los topos entraban a buscar vida, agua, oxígeno y silencio, más silencio.
Pero los últimos menores con vida fueron rescatados antes de la medianoche, y sus nombres fueron anunciados a gritos para que sus familiares se acercaran: Sergio Hernández, Fátima Navarro.
Después de la 1:00 de la mañana, los militares sacaron de entre los escombros cinco cuerpos de adultos que fueron trasladados al Semefo.
Pese al desfile de cadáveres, los topos no se rendían. Aseguraban que en el fondo, abajo de los tres pisos hechos sándwich, una camioneta podría estar sosteniendo el techo, creando una zona de protección.
Los topos pidieron hablar con una maestra que conociera la estructura colapsado, y se acercó a ellos Miss Jenny, una mujer fuerte y comedida, que iba de un lugar a otro dando información, reconociendo muertos y heridos, consolando a los familiares que aún buscaban a sus niños.
Frente al Colegio Enrique Rébsamen, en el número 13 de la calle Brujas, los vecinos de una residencial convirtieron su espacio en un centro de operaciones.
En el piso yacían mujeres y hombres que, pasadas las 3 de la mañana, aún buscaban a sus familiares.
En una mesa, una chica y un chico llevaban una lista de rescatados, trasladados a hospitales y víctimas mortales.
En otra, se repartían agua y alimentos.
Médicos y psicólogos atendían a heridos y personas que acudían al lugar en busca de un dato que les devolviera la esperanza.
Claudia Sheinbaum, Jefa Delegacional en Tlalpan, deambulaba en la zona ataviada con un chaleco naranja.
La Delegada pedía datos, giraba instrucciones, pedía a sus empleados tratar de mantener el orden en medio del caos.
No era la única autoridad presente. Conforme avanzó la noche, llegaron hasta el colegio funcionarios de diversas dependencias del Gobierno capitalino, personal de la CNDH, la SEP y Gobernación.
Aunque el verdadero «control» de la situación lo mantenían los vecinos y espontáneos que acudieron a auxiliar a los menores víctimas de esta tragedia.