Psicólogos y estudiantes hablan de la existencia de una nuevo trastorno emotivo generado por la repatriación tras el Erasmus. Después de la estancia al extranjero la mayoría de los jóvenes no se identifica con el entorno familiar y sufre un gran sentido de vacío.
Tras un más que interesante Erasmus, un buen número estudiantes cae en un estado emocional melancólico. Sufre una nostalgia demoledora y quiere volver atrás en el tiempo para vivir las emociones de aquellos meses de vida despreocupada (porque las cosas como son, esta época no puede ser mejor…). El Sindrome Post-Eramus existe y es cada vez más un fenómeno recurrente entre los jóvenes. Las causas nacen de la poca identificación con el entorno familiar al volver, la dificultad para comunicarse con los demás y la idealización del extranjero. En definitiva, a la vuelta, los universitarios se sienten en una burbuja de la que no quieren salir. Y como no queremos que te pase lo mismo, futuro Erasmus, aquí te contamos lo que tienes (y no) qué hacer).
Empezamos con un ejemplo de una estudiante que ya vivió su experiencia. «Volver a casa me costó muchísimo, es como si estuviera en otra realidad paralela. Me sentía incomprendida, viví una experiencia que no se puede describir con las palabras», afirma Camilla M., estudiante de Psicología que hizo su Erasmus en 2016 en la Universidad Autónoma de Madrid. Recordando esos días de diversión infinita, la joven esboza una sonrisa por todo lo aprendido durante la estancia en la capital española. Compartía piso con personas de distinta nacionalidad y esto le permitió conocer otras culturas, a veces en las antípodas de la suya. Para ella, el truco para superar el síndrome era encontrar un nuevo equilibrio adaptándose a la rutina de la vuelta y vivir nuevas experiencias parecidas.
No en vano, hay jóvenes que después de la estancia fuera participan en otros proyectos internacionales para disfrutar de otras aventuras. «Tras el Erasmus de seis meses en Madrid, salí una vez más de Bolonia, mi ciudad natal, para volver a hacer otro en Wansea. No podía suportar la idea de estar un año entero en mi casa», confiesa Ilaria G. La joven, acabada la estancia en Gales, decidió apuntarse a otra iniciativa en Tenerife para acompañar a unos estudiantes que formaban parte de un proyecto que alterna escuela- trabajo.
A pesar de que la vuelta a casa no siempre es sinónimo de malestar, los jóvenes lamentan la dificultad de adaptación a la rutina diaria que habían dejado antes de empezar esa nueva aventura. «Si por un lado tenía muchas ganas de ver a mi familia y a mis amigos, por otro sentía un vacío inmenso por haber dejado a mis espaldas cinco meses de completa libertad», admitió Rebecca F, una estudiante florentina de Ciencias de la Comunicación que hace dos años estudió un semestre en la Universidad Complutense.
El Erasmus para muchos universitarios se ha convertido en una plataforma de lanzamiento hacia la propia independencia. Así, nadie vuelve a su país con la misma percepción cognitiva que tenía sobre el futuro. Cambiar es inevitable y sufrir resulta ser la consecuencia por haber vivido una experiencia que ha exaltado el valor de las pequeñas cosas de la vida.
Como explica María Ramos, psicóloga del gabinete Enpositivosí, los síntomas de irritabilidad sentidos por los estudiantes son las causas de la falta de una preparación previa para la vuelta a la ciudad natal. Gran parte de los jóvenes están listos para salir de casa, pero pocos tienen la intención de regresar. Esto pasa porque su identidad está todavía en un proceso de desarrollo y en la mente de los estudiantes dominan las dudas hacia un futuro desconocido, según la experta.
Volver a la rutina no es simple. Tampoco imposible. «Los jóvenes que han vivido el Erasmus tienen que tomarse su tiempo para volver a la cotidianidad, buscar el lado positivo de su ciudad, utilizar esa experiencia para ayudar a todos aquellos que la están viviendo en este momento y seguir en contacto con la gente que ha conocido», afirma la experta.
En efecto, el 90% de los jóvenes que pertenecen al Erasmus Student Network (ESN) de la Universidad Complutense de Madrid tienen esta experiencia a sus espaldas. «Muchos de nosotros se han unido a la asociación porque echaban de menos el Erasmus. Para mi, ESN no representa una necesitad personal, sino un compromiso social«, admite Lucía, voluntaria de la organización. El Erasmus deja una huella en todos los que lo han vivido. Queda en la memoria. En realidad, nunca se acaba. Tenlo en cuenta si ahora empieza tu aventura.
Fuente: EL MUNDO