El nuevo escenario del horror de las armas de fuego en Estados Unidos es un bar de country, a las afueras de Los Ángeles, lleno de universitarios un miércoles por la noche. Aquí, un hombre de 28 años, según los primeros datos policiales, alto y vestido completamente de negro, descargó a sangre fría al menos tres cargadores de una pistola sobre un centenar de personas. No fue una pelea, ni un atraco. Simplemente entró en el bar, lanzó una bomba de humo y empezó a disparar.
El suceso se produjo sobre las 11.30 de la noche hora local (las 8.30 de la mañana del jueves en la España peninsular). El establecimiento, Borderline Bar&Grill, se encuentra en la localidad de Thousand Oaks, un pueblo de los suburbios acomodados del noroeste de Los Ángeles, a unos 60 kilómetros del centro de la ciudad. La oficina del sheriff del condado de Ventura informó de que había 12 víctimas mortales, entre ellos el primer agente del sheriff que llegó al lugar. El número 13 es el asesino, que murió tras un enfrentamiento a tiros con la policía. El sheriff Geoff Dean aseguró que el asesino se suicidó.
Pasadas las siete de la mañana locales, la policía identificó al asesino como Ian David Long, de 28 años. Era un veterano exmarine que había padecido estrés postraumático. El móvil seguía sin estar claro a esa hora. El policía muerto formaba parte de la primera patrulla que acudió al lugar e «intentó neutralizar la amenaza», en palabras del responsable de la policía del condado de Ventura, Garo Kuredjian.
El agente del sheriff Miguel González dijo a EL PAÍS que además de los fallecidos había 22 heridos, sin precisar cuántos eran de bala y cuántos por contusiones al tratar de escapar. González explicó que Long había tenido tres encuentros con las fuerzas de seguridad anteriormente. Uno, en un accidente de tráfico. Otro, en una pelea en la que él aseguraba ser la víctima. La tercera ocasión fue una llamada de su familia a los servicios de emergencia del condado para denunciar un ataque de furia de Long. Una Unidad de Crisis de los servicios de salud evaluó al sospechoso y concluyó que no hacía falta ningún tipo de inervención en ese momento.
Antes de morir, Long disparó indiscriminadamente unas 30 veces. Varios testigos describieron en las televisiones locales al asesino como un hombre con la cara cubierta según algunas versiones, perfectamente decidido y metódico en la ejecución masiva de inocentes. Utilizó tan solo una pistola Glock 21, calibre 45, según la policía. La había comprado legalmente. La pistola carga 10 balas pero Long la había equipado con cargadores más grandes. Los primeros disparos se oyeron junto a la puerta. Un testigo describió a la cadena ABC local que le vio ensañarse con la joven que atendía a la entrada.
A partir de ese momento, los relatos de los testigos describen el caos. «Le vi entrar (…) y comenzó a disparar», dijo Mitchell Hunter, de 19 años, que describió al tirador como un hombre de piel clara y pelo oscuro. Uno salió al patio de atrás gritando para que se fuera todo el mundo. Al salir, vio al sargento del sheriff Ron Helus poniendo una multa y le dijo lo que estaba pasando. Helus entró en el bar a enfrentarse con el sospechoso y murió a tiros. Llevaba 29 años en el cuerpo y se iba a retirar el próximo mes de marzo. Deja esposa y un hijo.
Otro cliente del bar llamado Matt describió a la cadena ABC local cómo la gente se echó debajo de las mesas de billar. Cuando se acabaron las 12 balas del primer cargador, decenas de personas pudieron escapar en los segundos que el asesino tardó en cambiarlo. Matt lanzó un taburete del bar contra el ventanal de la calle y por ahí salió una treintena de personas, aseguró. Después, una segunda ronda de asesinatos, y de nuevo unos pocos segundos para escapar. Para cuando iba por el tercer cargador, aseguraron los testigos, la policía ya estaba allí. Eran las 11.26. Cuando los agentes tomaron el control de la situación y entraron en el local “encontraron a personas escondidas en baños, en altillos», según explicó el sheriff Dean. «Es una escena horrible. Hay sangre por todos lados», afirmó.
El Borderline Bar&Grill es un lugar popular entre los estudiantes de al menos tres campus universitarios de la zona, la Universidad de Malibú, la Universidad de Pepperdine y Cal Lutheran. Los estudiantes componían la mayoría del público. Los miércoles, el bar celebraba una fiesta llamada College Country Night. Thousand Oaks es una de las ciudades más seguras del condado y de Californa. La Universidad Luterana de California ha suspendido las clases, según un mensaje en su página web en el que invitan a la población a congregarse en la capilla.
La matanza de Thousand Oaks es la más grave cometida en el sur de California desde el ataque yihadista de diciembre de 2015 en San Bernardino, donde murieron 14 personas a tiros. Es también el segundo tiroteo masivo ocurrido en las últimas dos semanas en Estados Unidos, después de que un ultra acabara el pasado 27 de octubre con la vida de 11 personas en una sinagoga de Pittsburgh (Pensilvania) mientras rezaban, en lo que fue el mayor crimen antisemita individual perpetrado en el país norteamericano, según los datos manejados por la prensa estadounidense. Los siete tiroteos más graves registrados en Estados Unidos en 2018 antes del de Thousand Oaks sumaron 53 víctimas mortales.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se refirió en su cuenta de Twitter al “terrible” tiroteo, elogió la valentía de la policía en California y lamentó las muertes. «Gran valentía mostrada por la policía. La Patrulla de Carretera de California estaba en la escena de los hechos en tres minutos y el primer agente en entrar disparó en numerosas ocasiones. Ese sargento del sheriff murió en el hospital. Dios bendiga a todas las víctimas y familiares de las víctimas», dijo el presidente en su cuenta de Twitter.
El País