Nov 12, 2018 | 0 Comentarios

El plan de López Obrador para la residencia oficial se olvida de la cultura

Andrés Manuel López Obrador ha asumido como una decisión personal el plan de transformación de Los Pinos, una de las medidas más mediáticas y polémicas anunciadas durante la campaña. El líder de Morena dejó claro que si salía vencedor no se trasladaría a la que lleva siendo la residencia oficial de los últimos 14 presidentes mexicanos. Si ganaba, prometió convertir el inmenso recinto, equivalente a más de 80 campos de fútbol y clavado en el pulmón verde de la capital, en “un espacio abierto para las artes y la cultura”. Tras una convocatoria abierta a propuestas de la ciudadanía y meses de trabajo por parte de diferentes equipos cercanos al Ejecutivo, López Obrador ha optado por imponer su propia visión del proyecto. Durante las últimas semanas tumbó dos informes, uno del equipo de la Secretaría de cultura y otro de un empresario privado, con propuestas de remodelación a fondo.

El plan del presidente, al menos para los seis primeros meses, se olvida de la cultura, se limita abrir todas las puertas pero mantiene al Ejército dentro. Fuentes cercanas a las negociaciones aseguran que para el mismo 1 de diciembre, fecha de la toma de posesión del nuevo Gobierno, está previsto que se abran todos los accesos del perímetro y dejar que la ciudadanía entre de modo gratuito a cualquier rincón de la residencia presidencial. El Estado Mayor, el cuerpo técnico militar compuesto por unos 2.000 miembros alojado dentro del recinto –viviendas, oficinas, instalaciones deportivas– y encargados históricamente de la protección de los presidentes y sus familias, cumplirá las funciones de guía improvisado.

Los militares del Estado Mayor funcionarán como guías improvisados

Los equipos de trabajo que llevan meses masticando sus propios proyectos asumen que las negociaciones continuarán y toman la medida presidencial como una solución provisional. Otra salida a medio gas para uno de los anuncios estrella de la campaña. Otro amague en una lista de propuestas sin concretar: una comisión de la verdad descafeinada o la repentina cancelación de los foros con víctimas.

De hecho, durante la última semana se produjo un giro en el plan de López Obrador. Su voluntad inicial, según las mismas fuentes, era desalojar al Estado Mayor de las instalaciones para integrarlo en la Secretaría de Defensa. Como ha venido anunciado durante los últimos meses, el presidente pasará a vivir en el Palacio Nacional –la sede y centro de reuniones del Ejecutivo mexicano– y su protección estará a cargo de un grupo de 20 civiles desarmados, otra medida rodeada de interrogantes.

Apremiado por el tiempo y espoleado por las dudas que planteaban las labores de seguridad del gigantesco espacio y el resguardo del inventario de propiedades acumulando en el recinto durante más de 80 años– que incluye obras de pesos pesados como Rufino Tamayo o José Luis Cuevas, así como bienes protegidos por el Instituto Nacional de Bellas Artes– el mandatario decidió recular sobre la marcha. A menos tres semanas para la inauguración de la nueva versión de Los Pinos, el Estado Mayor, uno de los símbolos de los gobiernos más duros del PRI que el líder de Morena pretendía borrar del imaginario de su Ejecutivo, se queda. Aunque sin estar muy claro todavía su nuevo estatus dentro de la secretaría de Defensa.

Dos proyectos enfrentados
El mantenimiento del cuerpo militar ya estaba incluido dentro de la propuesta del equipo de Cultura, que planteaba una reconfiguración legal de sus funciones mediante un decreto: de la protección de la residencia presidencial a la protección de centro cultural. De esa manera, se asegurarían la partida presupuestaria de 26 millones de pesos (1,3 millones de dólares) anuales en concepto de manutención del Ejército, con la que pretendían echar a andar su proyecto en el corto plazo.

Con ese delgado colchón económico, la asesoría de un galerista de la ciudad y del director de orquesta integrado en la Secretaría, Eduardo García Barrios, pero sin estudios técnicos precisos sobre el impacto y el alcance de la intervención, las acciones más inmediatas de Cultura se centraban en acondicionar una de las cinco casas del recinto para celebrar conciertos de las orquestas de jóvenes músicos dentro del Sistema Nacional de Fomento Musical de Conaculta. Durante el primer año, los objetivos se ampliarían hasta recuperar el resto de inmuebles: convertir en un museo la llamada casa de Lázaro Cárdenas –uno de los referentes históricos de López Obrador y el primer gobernante que decidió trasladarse a Los Pinos–; organizar un laboratorio de ideas con artistas, académicos y activistas; levantar una sala de cine o conectar las instalaciones con el bosque de Chapultepec mediante sistemas de transporte público.

La segunda propuesta, de un gestor cultural cercano a López Obrador desde su etapa como jefe capitalino, contemplaba arrancar durante los primeros meses con una ruta dirigida por guías turísticos profesionales desde la casa de Cárdenas a la de Miguel Alemán, una mansión estilo versallesco de tres niveles y más de 5.000 metros cuadrados donde han vivido todos los presidentes priístas. Otro de los proyectos que sobrevuelan la mesa del presidente incluye la construcción de un aparcamiento subterráneo que conectaría Los Pinos con el Auditorio Nacional, separados por algo más de dos kilómetros. De momento, y según fuentes cercanas a ambos equipos, todas estas ideas preliminares, sin planes técnicos ni financieros algunos, han sido paralizadas por la decisión del presidente

Desde la arrolladora victoria de Morena en julio se habían sucedido las especulaciones sobre quién lideraría el proyecto, cuál sería el destino final y, sobre todo, en el entorno de recorte presupuestario como el adelantado por el nuevo Gobierno, cuánto costaría la intervención de un espacio de dimensiones faraónicas. “La residencia oficial de Los Pinos se convertirá en uno de los complejos culturales más grandes del mundo”, rezaba un vídeo de la campaña electoral.

Por ahora, las ansias de López Obrador por emular a Lázaro Cárdenas tendrán que esperar. El padre de la nacionalización petrolera, la reforma agraria y las grandes confederaciones sindicales rechazó en un gesto de austeridad republicana la opción de vivir en el Castillo de Chapultepec. La suntuosa construcción virreinal, recuperada como residencia oficial desde los tiempos del emperador Maximiliano, quedó desde 1934 convertida en un museo, un recuerdo del pasado. Al líder de Morena aún le quedan varios clavos sueltos en la tumba simbólica de Los Pinos.

 

El País

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