No es una movilización espontánea; ocurre a unos días de las elecciones intermedias de Estados Unidos, advierte.
Está muy claro que el éxodo de migrantes centroamericanos que ingresó a México el pasado 19 de octubre fue provocado por el gobierno del presidente estadounidense, Donald Trump, con fines electorales, consideró el director del albergue Hermanos en el Camino, de Ixtepec, Oaxaca, José Alejandro Solalinde.
No es una caravana, es un éxodo que viene de infiernos reales de Honduras y Nicaragua, enfatizó.
En entrevista dijo que al igual que la crisis humanitaria de niños migrantes centroamericanos ocurrida en el 2014, “aparentemente es un movimiento espontáneo”, pero no es así, pues ocurre en la antesala de las elecciones intermedias del 6 de noviembre próximo, cuando los estadounidenses eligen a 35 de los 100 legisladores que integran el Senado así como a los 435 miembros de la Cámara de Representantes, además de 36 de los 50 gobernadores de esa nación.
Desde su perspectiva, se trata de una crisis humanitaria que ya le está detonando al próximo gobierno federal de México, el cual debe actuar con inteligencia para enfrentar la presión de Trump y respetar los derechos de los migrantes.
—¿Qué es lo realmente importante del éxodo de personas procedentes de países de Centroamérica y que se desplazan por el territorio mexicano con la intención de llegar a Estados Unidos?
—Yo lo he estado analizando por días. He estado analizándolo con todos los elementos que tengo y comparativamente con el último éxodo masivo, representativo del 2014.
Para mí está claro que fue provocado por Washington; fue provocado por la inteligencia estadounidense a través de una técnica que es la rumorología. Esta rumorología funcionó, pegó en el 2014.
Provocó que, por redes sociales, pudiera la gente decir: “Yo voy a salir, tú también. Nos juntamos”.
Aparentemente es un movimiento espontáneo, pero hay que ver el origen de esto, por los resultados que están teniendo en Estados Unidos, Donald Trump está culpando a los demócratas, lo cual indica algo. Además, es un tiempo electoral.
Esto no sucede en tiempos que hay viacrucis. No, no, no. Esto sucede en tiempos preelectorales (en Estados Unidos) y (Donald Trump) está culpando tanto a los demócratas, como al gobierno de México diciendo: “ya ven, ustedes no sirven, son ineptos; convénzanse de que lo único que sirve es el muro”.
Entonces, a los electores los va a convencer de que los republicanos son los únicos que pueden salvarlos de esa invasión migrante.
Pero a México también lo está presionando, al nuevo gobierno, para demostrarle que solamente el muro es la única solución porque son inútiles.
Ahora. Regresémonos para saber cómo funcionó aquella crisis humanitaria de los niños (del 2014). De repente, ya Estados Unidos tenía a 60,000 niños en su territorio y había otros tantos que estaban pasando por México.
Cuando yo estuve investigando y preguntando a mamás garífunas (comunidad conocida también como caribes negros que habitan en Honduras), que fueron las principales que recibieron ese mensaje, yo estuve investigando y fue un rumor.
Yo pude consultar directamente a madres en México concretamente en Hermanos en el Camino (albergue que dirige en Ixtepec, Oaxaca) y también en Nueva York. Estas mamás garífunas lograron pasar allá. Allá hay muchas mujeres de este periodo del 2014.
—¿Entonces qué paso?
— Pues que ellas empezaron a escuchar que había un rumor de que estaban recibiendo en Estados Unidos a los niños y a las niñas y que había también la posibilidad de que las mamás también pudieran recibir el refugio. Entonces, comenzaron a pasar muchísimas.
—¿Cómo sucedió esto?
—Me fui enterando de que fue a través de esa técnica de rumorología que partió exactamente en Honduras. Entonces, cuando llegan a Estados Unidos ahí las reciben a algunas de ellas. Les ponen su brazalete electrónico porque no cabían en las cárceles y a los niños los apartan; después, se tiene la crisis humanitaria declarada por (el presidente Barack) Obama y piden a los gobiernos de México y de Centroamérica que se hagan cargo de este asunto.
El gobierno de México se hizo cargo implementando el Programa de la Frontera Sur, que es un operativo vil para deportar a los migrantes en forma operativa; además, fueron llamadas las autoridades mexicanas a comparecer en Washington por haber permitido que 1,200 personas en el 2014 les hubieran dado 1,031 visas, o sea, oficios de salida, para que ellos pudieran llegar a la frontera. Esto molestó muchísimo a Estados Unidos.
Ahora viene dándose esto, pero justamente calculando, pero certeramente, que esto detonará antes del 6 de noviembre (fecha de las elecciones intermedias de Estados Unidos).
Estoy convencidísimo de que este movimiento fue provocado por la inteligencia norteamericana. Lo que no contaron ellos es que miles de personas iban a ser víctimas de esta rumorología y tampoco contaban con la respuesta humanitaria que México está dando a los migrantes.
Ellos no tienen por qué tocar la frontera estadounidense, pero tampoco vamos a decir que lo podemos evitar.
Para mí, éste es el planteamiento y la situación clarísima de las cosas.
—¿Cómo ha observado la respuesta del gobierno mexicano y la del gobierno de Guatemala?
—El gobierno que sale, el de Enrique Peña Nieto, siempre ha sido incondicional de Estados Unidos y tiene que taparle el ojo al macho haciendo declaraciones por un lado que le hacen quedar bien con Donald Trump, pero, por otro, no hace lo que debiera haber hecho, según las órdenes y para lo que les paga Estados Unidos.
Él hubiera hecho, en la lógica de represión de la Iniciativa Mérida y ahora en el plan también de la supervisión directa que tiene Estados Unidos en la frontera sur, debiera haber completamente impedido que pasara ese flujo migratorio. No lo pudo hacer. Él ya no tiene fuerza, ni tiene nada y toda la sociedad civil está contra el gobierno.
Entonces, no le queda nada más que al gobierno nuevo (del presidente electo) de Andrés Manuel (López Obrador) resolver esto, que es una crisis humanitaria; es una bomba que le detona en las manos, pero él tiene que inteligentemente ver cómo hace para enfrentar la presión de Donald Trump; por otro lado, también la actitud legal en México que tenemos hacia los derechos humanos de las personas migrantes.
Ya estamos tomando cartas en el asunto, más de 180 organizaciones de la sociedad civil que ya nos estamos desplazando.
La sociedad se va a encargar de dar un cauce de respeto absoluto a los derechos humanos y obviamente protegiendo este flujo migratorio de cualquier acción represiva que intentará Peña Nieto todavía, antes de salir.
—¿Cuál ha sido la respuesta de la sociedad mexicana al paso de este grupo de personas?
—Nuestro pueblo es maravilloso. Nuestro pueblo es muy hospitalario, muy generoso. Pocas personas, vamos a decir, quizá la más acomodada, y eso quién sabe, que se crean la lógica, que está sembrando Estados Unidos, de esa paranoia, que se la crean, pero fuera de eso la mayor parte de los mexicanos es sumamente generosa.
La iglesia se ha volcado, las parroquias, las iglesias evangélicas y seguramente va a ser algo increíble ver como una fiesta su llegada .
Yo ya estoy viendo cómo las organizaciones, las personas, de toda clase social, se van a volcar en ayudar a los niños, a las niñas, a las mujeres, a los jóvenes y esto es un antecedente.
¿Qué es lo que debe hacer la autoridad para que no escale el asunto que representa tener ya a los migrantes en territorio nacional? ¿Quién debe atender esta situación?
El gobierno del presidente Enrique Peña Nieto tiene la obligación hasta antes del 1 de diciembre próximo de otorgar una regularización migratoria.
—¿En qué sentido?
—Los que quieran un oficio de salida, por 20 o 30 días, para que ellos vean lo que quieren hacer lo puedan hacer. Si regresan a sus países, si intentan cruzar a Estados Unidos, ésa es decisión de ellos.
La otra es dar una visa humanitaria para que se queden en México con posibilidades de que trabajen, porque lo que ellos quieren es trabajar.
La otra es el refugio. Que se les conceda el estatus de refugiado y no descarto la posibilidad de que alguno hasta asilo político porque una cuestión de amenaza política de Juan Orlando Hernández, allá en Honduras, y porque la mayoría es hondureño.
Entonces, yo creo que tienen que darle un manejo ordenado, regulatorio de todo esto para que ellos tengan una estancia regular.
Después, sí ya organizar, ordenar el destino de estos miles de migrantes hondureños que ahora están llegando.
El gobierno de López Obrador, que está por iniciar, ya está marcado, de entrada, por la migración emergente. Es decir, la crisis migratoria que estamos viendo es una crisis que se va a agravar por la situación de Honduras, que cada día se deteriora más, por la situación de Nicaragua y también por la situación de Venezuela. El gobierno de Andrés Manuel estará marcado por la recepción de esas personas migrantes forzadas, pero ahora emergentes también.
—¿Qué debería tomar en cuenta el equipo del próximo gobierno federal que en estos momentos tal vez estén en el análisis o diseño de las políticas públicas que van a implementar una vez que asuma López Obrador la presidencia de la República?
—Ya lo están haciendo. Ya, desde el 3 de mayo, Andrés Manuel, entonces era candidato, él dijo que a partir del 1 de julio, a partir de ahí se harían mesas de transición con los diferentes temas de la realidad nacional y uno de ellos era la migración.
Entonces, ya se han hecho siete mesas, a nivel nacional, del tema migratorio para hacer políticas públicas migratorias.
—¿Qué han logrado?
—En coordinación, obviamente con el nuevo gobierno, con quien será el próximo subsecretario de Migración, Alejandro Encinas, y una de las cosas que vamos a hacer es ésta. Se tiene que hacer cambios en el aspecto administrativo, en el aspecto de seguridad que es lo que ocasiona la corrupción del Instituto Criminal de Migración.
Dos, las estaciones migratorias se tienen que convertir de centros de detención en centros de atención. Es decir, se retirará todo el aspecto policiaco para que se conviertan en albergues, donde los voluntarios de todo el mundo y de México puedan volcarse en atender a las personas que llegan ahí. Entonces, también se dará importancia como solución número uno al desarrollo regional, al desarrollo integral regional con la corresponsabilidad de los gobiernos de origen, sobre todo de aquellos que han sido expulsados como son Honduras, El Salvador y Guatemala.
Las políticas públicas que estamos hoy viendo van a ser implementación, complementación de la ley migratoria que tenemos; por supuesto, el que se va a la guillotina es la ley secundaria o reglamento de la ley migratoria actual porque tiene que revisarse y cumplir con ese espíritu de los derechos humanos del principio pro persona que esta ley tuvo desde un principio.
—¿Entonces, qué es lo que no debería ocurrir para que no escale este problema?
—Lo primero que se tiene que hacer es respetar los derechos humanos. Si por algo se han caracterizado estos últimos dos gobiernos, pero sobre todo el de Peña Nieto, es por la crisis de derechos humanos. Iban a decir a la ONU y a todos los foros internacionales y presumían de que aquí había leyes de derechos humanos y sí las tenemos, de veras buenísimas, el problema es que no las han cumplido.
—¿Actualmente, cuántos albergues están en condiciones de recibir a este éxodo de migrantes centroamericanos?
—Los albergues habíamos tomado ya la decisión de no apoyar a las caravanas porque eran caravanas que sí eran provocadas por algunos activistas y que a la hora de la hora eran irresponsables porque dejaban el paquete a los albergues o a otras personas y, tranquilamente, no hacían otra cosa, además de que se ha rumorado que se hacía mal uso de donativos que se daban para apoyar esas caravanas por eso nosotros las rechazábamos, pero ahora ésta no es una caravana. Esto es un éxodo que para mí fue provocado por la inteligencia estadounidense, pero que al fin y al cabo es un éxodo real porque viene de infiernos reales como son San Pedro Sula, Honduras, y también un poco Tegucigalpa.
Entonces, sí habrá que analizar todo esto, responder. Estamos ante una emergencia y ya esta semana vamos a empezar a reunirnos en cuanto retorne de Buenos Aires a México para coordinar junto con los demás representantes de otras organizaciones, como lo hemos estado haciendo de forma colegiada.
diegobadillo@eleconomista.mx